Reflexion Los Apostoles en Medio De La Tormenta

24 may 2020

Cuando Parece Que Nos Vamos a Hundir.


  Siempre me ha fascinado la estampa bíblica de Jesús
que duerme en una barca mientras los apóstoles se
desesperan ante la tormenta en el mar. Siempre me he
preguntado si es posible dormir durante una tormenta en
una barquichuela como en la que iba Jesús. En un enorme
transatlantico, los turistas duermen tranquilamente
durante las borrascas; pero en una barquita, que es
zarandeada por las olas y en la que el agua entra por
todos lados, no es posible dormir. Siempre he pensado
que Jesús "se hacía el dormido". Quería poner a prueba
a los apóstoles. Enseñarles cómo afrontar las tormentas
que abundarían en sus vidas.

  A algunos intelectuales les ha gustado hablar
del "silencio de Dios" para indicar esos momentos críticos
de nuestra vida cuando parece que "Dios duerme" y que
no se interesa por nuestas borrascas. Como los apóstoles,
nos ponemos a gritar; pensamos que Jesús se ha
desentendido de nosotros; lo regañamos, le hechamos en
cara su indiferencia. La historia se repite. Jesús se hace el
dormido porque quiere que aprendamos a despertarlo;
que nos acostumbremos a no temblar durante las
borrascas. que nunca faltan en nuestra accidentada
existencia.

  A los Magos de oriente los iba guiando una estrella:
aparecía y desaparecía. Los santos investigadores no se
daban por vencidos; seguían buscando, preguntando. Al
fin se encontraron con Jesús. Un día tenemos un sol
esplendoroso; otro día avanzamos, a tientas, bajo la
noche. Lo importante es continuar con fe. Esa es la única
manera de llegar a Dios. El Señor nos hizo con vocación
marinera. Nadie, entonces, debe extrañarse que haya
tormentas en su vida. Es algo muy normal de nuestra
existencia.


Pregunta - Reproche

  Cuando los apóstoles se sintieron perdidos, se
dirigieron a Jesús, que dormía en la barca, y le dijeron:
"Maestro, ¿no te importa que nos estemos hundiendo?".
  Era un regaño para Jesús. En la pregunta de los apóstoles
va toda la carga de su enojo, de su fustración (cfr. Mc 4,
38).

  En esa oportunidad lo llaman simplemente
MAESTRO. En la Ultima Cena, cuando Jesús les anticipa
que uno de ellos lo va a traicionar, le preguntan: "¿Seré yo,
Señor?" (Mt 26,22). Sólo Judas les dice: "¿Seré yo,
Maestro?" (Mt 26,25). Para Judas Jesús ya no era su
Señor. Había perdido la fe en él. En la tormenta, los
apóstoles han perdido la confianza en Jesús. Lo llaman,
con enojo, "maestro", a secas. Un empleado no regaña a
su Señor. Los apóstoles regañan a Jesús durante la
tormenta.

  Esta situación sicolóligica y espiritual de los apóstoles
nos es muy familiar. Durante nuestras tormentas, nuestras
crisis, familiares, económicas; en nuestras enfermedades,
nos permitimos regañar a Dios. Nos damos el lujo de
"pedirle cuentas" de lo que está sucediendo.. Según
nosotros, somos tan buenos que no merecemos lo que
nos está aconteciendo. En el fondo de todos nuestros
reproches y preguntas insolentes a Dios, le estamos
señalando que está cometiendo alguna injusticia con
nosotros.

  Existe la falsa idea de que porque nos"portamos
bien" tenemos derecho a que no nos sucedan desgracias;
a estar eximidos de toda tormenta. Jesús nunca les
garantizó a sus seguidores que con ellos se haría una
"excepción" con respecto al sufrimiento. Todo lo
contrario. Les anticipó que serían perseguidos y que si
querían, de veras, llamarse sus discípulos, debían,
voluntariamente, tomar su cruz.

  Los apóstoles se sirvieron de una pregunta para
"regañar" a Jesús: "Maestro, ¿no te importa que nos
estemos hundiendo?". Jesús les respondió con otra
pregunta: "¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Todavía no
tienen fe? (Mc 4, 40).

  La pregunta de Jesús también era un reproche. Los
cuestionaba acerca de su fe. No tenían fe: por eso estaban
despavoridos.
  Lo mismo nos pregunta a nosotros el Señor, cuando
comenzamos a lamentarnos y a repetir las trilladas frases:
"Jesús me abandonó". "¿Donde está Dios?" "Si Dios
estuviera, esto no pasaría". Jesús vuelve a preguntarnos:
"¿Dondé esta tu fe?" A Pedro, que se hundía en las olas,
el Señor le formuló la misma pregunta: "Hombre de poca
fe, ¿por qué tienes miedo?" tenemos miedo, temblamos,
nos descontrolamos porque no tenemos fe. Nos ponemos
a regañar a Dios. Pero es Dios quien debe regañarnos a
nosotros por nuestra poca fe. Por nuestra pésima
calificación en el examen de fe que se nos presenta
durante nuestras tempestades.






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  El mar embravecido, en época de Jesús, era símbolo
de las fuerzas del mal. Jesús se dirige al mar con las
mismas palabras que emplea para liberar a un
endemoniado en el capítulo primero de San Marcos. Jesús
exorcisa el mar...             >>>




Texto Tomado del Libro:
Meditaciones Para Los Dia de Sufrimiento.
Autor: P. Hugo Estrada s.d.b.