18 dic 2017
El Padre que nos Busca.
Entre los judíos estrictos del tiempo de Jesús
se decía: "No hay gozo en el cielo cuando un pe-
cador se convierte, sino hay gozo cuando un pe-
cador es destruido delante de Dios". Ese era el
concepto que tenían acerca de Dios. Por eso les
parecía algo fuera de lógica que Jesús hablara de
un Dios que, como buen pastor, sale a buscar al
pecador, y que afirma que se "hace más fiesta en
el cielo por un pecador que se convierte que por
noventa y nueve justos que no necesitan peniten-
cia" El capítulo 15 de San Lucas podría ser defi-
nido como la esencia de la revelación acerca de la
misericordia de Dios. En dicho capitulo de Lucas
se exponen tres parábolas: se ha perdido un hijo,
una oveja, unas monedas. Cuando son encontra-
dos, se llenan de gozo un padre, un pastor y una
mujer.
Al ir leyendo la parábola de la oveja perdida,
es casi imposible no identificarse con esa oveja
que ha sido encontrada. Casi percibimos que se
ha descubierto nuestra historia íntima. Nos senti-
mos directamente aludidos, porque ¿quién no ha
sido oveja perdida alguna vez? Por eso todos, quien
más quien menos, sabemos por experiencia que
la parábola de la oveja perdida no es un simple
"cuentecito oriental", sino una realidad muy cono-
cida vivamente por cada uno de nosotros.
¿Por qué se Perdió la Oveja?
Seguramente la oveja comenzó a ilusionarse
con los pastos que veía en otros potreros; se ima-
ginó que allí sería feliz. Desconfió de su pastor del
que antes no se separaba para nada. En la prime-
ra oportunidad que tuvo, se escabulló y se apartó
del rebaño. Al principio, todo era de fábula: la li-
bertad, la novedad, la supuesta autorrealización,
Pero luego vino el desconcierto, el miedo, la soledad.
Las cosas no eran tan maravillosas como parecían.
Y llego la noche y la tormenta y los truenos
que rasgaban el espacio ennegrecido. Ya no
estaba junto a ella su pastor que con su callado le
infundía confianza, seguridad.
El pecado tiene una "particular fascinación".
Hay algo en el pecado que promete felicidad, li-
bertad, nueva vida. Según la Biblia, los primeros
seres humanos sucumbieron ante esta "fascina-
ción" fatal. Se sintieron atraídos poderosamente
por el árbol de la ciencia del bien y del mal. El
espíritu del mal se les presentó ofreciéndoles algo
"extraordinario": Dios no quería que fueran como
él; por eso les había prohibido que comieran de
ese fruto. A través de este género literario, el au-
tor del Genesis, muestra cómo el mal se introduce
en nosotros por medio de la "desconfianza" en
Dios.
Siempre que, como la oveja perdida, nos he-
mos extraviado, siempre creímos que íbamos a ser
"felices" fuera del camino estrecho, pero recto,
que Dios nos mostraba. La oveja extraviada pron-
to cayó en la cuenta de su error: comenzó a sentir
miedo, a angustiarse al encontrase desorientada;
se vio al borde de peligrosos abismos. Dice el Gé
nesis que los primeros seres humanos, al no más
apartarse de Dios, sintieron la urgencia de irse a
"esconder". Perdieron su serenidad, su armonía
Ya no estaba junto al pastor que los llevaba a
"aguas tranquilas y verdes pastos" (Sal 23). En
ese momento comenzaron a vivir lo que Dios les
había advertido: la fustración del pecado.
Texto Tomado del Libro:
Conversión y Confesión.
Autor: P. Hugo Estrada s.d.b.
1 comentarios:
Paso visitando su blog, les dejo un fraternal saludo desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
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