dios no tiene favoritismos III

17 dic 2018

Tercera Parte.


Un Capitán


  Nuestro tercer personaje es un capitán
romano.  Tiene a su sirviente enfermo, y acude
a Jesús con enorme fe y con una humildad a toda
prueba.  Ante todo se "postra" ante Jesús y confiesa
que es un pagano; que no es digno de que Jesús
entre en su casa, pues según el rito judío, quedaría
manchado.  Luego afirma que él cree firmemente
en que basta una palabra de Jesús para que su
siervo quede curado.  Jesús se maravilló de la fe
de este pagano; lo puso como ejemplo a los que
no eran paganos y que se consideraban muy
santos.  Por demás está decir que la gracia se le 
concedió al instante.

Tocar a Jesús

  La fe de este capitán romano corre parejas
con la fe de la mujer que sufría hemorragias
-la hemorroísa-, y que no pronunció ni siquiera
una palabra para pedir su curación.  Simplemente
se acercó a tocar el manto de Jesús.  Esta mujer,
según la ley judía, era impura por su enfermedad.
Por eso ni siquiera pretendió tocar la mano de 
Jesús; lo podía manchar.  Se contentó con tocar
el manto.  En su corazón ya había aceptado su 
curación porque confiaba plenamente en Jesús.

  Jesús preguntó: "¿Quién me ha tocado?" (Mc
5, 30).  Los apóstoles encontraron casi ridícula la 
pregunta de Jesús, pues el gentío estaba
apretujando al Señor.  Jesús hizo ver que había
sentido que una "gracia" salía de él.  Insistió en 
que se identificara a la persona que había sido
beneficiada.  Quiso que supiera que nada había
sucedido automáticamente; que él había pensado
en ella.  Jesús no nos trata como nuestra sociedad,
que nos considera como números o como piezas
de un enorme engranaje.

  Jesús quiere que nos demos cuenta de que El
nos llama por nuestro nombre; que nosotros no
somos unos extraños en su plan de amor.

  Dios responde de diferentes maneras a 
nuestras peticiones porque son también diferentes
nuestras actitudes al acercarnos a él.  A Jesús le
disgusta nuestra desconfianza.  Por eso reprendió
a los apóstoles cuando dudaron de El, durante la
tormenta en el mar.  A los desconfiados discípulos
de Emaús los llamó "necios y tardos de corazón".
  Quiere que nos acerquemos a El.  Nos convida,
amablemente, a acercarnos a El, pero nos exige
fe y humildad.

  La fe demuestra sobre todo en los momentos
críticos, cuando nuestra mente dice: "No se puede".
El escritor Charles Moeller afirmaba que la fe es la
"nube gris" por la que hay que pasar para llegar a 
los "fulgores del Sinaí".  Antes de que se escuchara
la voz de Dios en el monte Sinaí, gruesas y oscuras
nubes cubrieron el monte de Dios.  Luego, los rayos
horadaron las nubes y se escuchó clara la voz del
Señor.  En nuestra experiencia, esto debe ser algo
normal y aceptado.  Muchas veces, antes de
escuchar la voz de Dios, nos cubre la oscuridad...
Dios nos está vaciando, nos está purificando.  Tenía
razón un pintor cuando dibujó a Dios en lo alto de
una montaña.  El significado de su cuadro es el
siguiente: nosotros, que estamos en la llanura, sólo
podemos ver el río que está delante de nosotros;
pero no el lago y el bosque que están detrás de la
montaña. Dios ve todo al mismo tiempo.  Dios
sabe lo que nos conviene más, y, por eso, sus
respuestas son tan diversas para unos y para otros.


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Texto Tomado del Libro:
Personajes del Evangelio
Autor: P. Hugo Estrada, s.d.b. 







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